jueves, 31 de marzo de 2011

La Estructura de las Revoluciones Científicas [2]


El triunfo de un paradigma consiste en la promesa de éxito discernible en ejemplos seleccionados y aún incompletos. El objetivo de la ciencia normal no será provocar nuevos fenómenos ni descubrir novísimas teorías (a veces, los mismos científicos se muestran reticentes a las de sus colegas), sino dirigirse a la articulación de fenómenos y teorías que ya proporciona el paradigma:
a) Hechos que el paradigma ha mostrado que son particularmente reveladores de la naturaleza de las cosas.
            Al emplear el paradigma para la resolución de problemas se hace patente que su definición precisa era necesaria. Este esfuerzo ocupa una parte importante dentro de la literatura de la ciencia de la observación y experimentación. De esta forma, la prestigiosa reputación conseguida por algunos personajes viene no de la novedad de su descubrimiento, sino del alcance del método que desarrollaron.
b) Hechos comparables con las predicciones teóricas del paradigma (paso de problemas experimentales a teóricos).
            La naturaleza y la teoría deben interrelacionarse cada vez más. Si bien el paradigma indica el problema que debe resolverse, su formulación establece igualmente el diseño del instrumental necesario para esa resolución.

c) El trabajo empírico emprendido para formular el paradigma resolverá  ambigüedades residuales y permite resolver problemas sólo mencionados anteriormente.
No se limitará a la determinación de leyes universales, también tiene cabida las leyes cuantitativas (determinación experimental). Pero, un paradigma no puede ser aplicado para resolver uno u otro problema que no le es concerniente por lo que serán necesarios nuevos experimentos para la selección de metodología alternativa.
Un ejemplo de lo anterior se observa en el trabajo de Coulomb, quien ante de diseñar su equipo, empleó la teoría eléctrica para saber como construirla. Así, su trabajo no sólo derivo en nuevos conocimientos, también en una redefinición del paradigma.

 
En el capítulo 4, el aspecto más llamativo de los problemas de la investigación normal es la mínima aspiración a suscitar novedades de interés, tanto en lo conceptual como en lo fenomenológico. Los resultados tienden a predecirse de antemano y ni siquiera los mismos científicos se sorprenden de ello, aunque los resultados obtenidos contribuyan a la ampliación del paradigma en términos de precisión.
            Para ello, se requiere la resolución de complejos enigmas instrumentales, conceptuales y matemáticos, entendiendo por enigma la categoría especial de problemas que sirven para poner a prueba el ingenio o la habilidad para resolverlos (poseen  una segura respuesta). Esta es la motivación del científico, resolver enigmas desconocidos o inconclusos hasta ese momento, que es además una de las razones por las que la ciencia normal parece progresar de modo tan dinámico.
            Los enigmas deben tener más de una solución asegurada, pero igualmente existen unas reglas establecidas por la comunidad científica que delimitan tanto la naturaleza de las soluciones como los pasos que hay que emprender para su obtención. Para transformar o definir un paradigma, estas reglas deben ser replanteadas. Las principales categorías a las que responden esas reglas son:

-         Enunciados explícitos de leyes científicas, conceptos y teorías.
-         En un nivel más concreto que el de las leyes, hay muchos compromisos relativos a preferencia de instrumental y metodología legítima.
-         Otros compromisos pero ya en un nivel más elevado son los referidos ala idiosincrasia del científico. Éste debe interesarse por la comprensión del mundo y extender la el alcance con el que ha sido ordenado, lo que implica el análisis de algún aspecto de la naturaleza mediante la comprobación empírica.
            Este entramado de compromisos es la fuente primordial que relaciona la ciencia normal con la resolución de enigmas. La ciencia normal es una tarea de clara determinación, pero no tiene que estarlo en su totalidad por unas reglas que se derivan de los paradigmas. Y éstos pueden dirigir la investigación, incluso sin reglas.

            El capítulo 5 de La estructura trata de la prioridad de los paradigmas. Los miembros de una concreta comunidad científica estudian sus paradigmas investigando en los textos y practicando sobre ellos. Pueden estar de acuerdo en la identificación de un paradigma pero no en su interpretación. El científico los comparará con sus informes descubriendo qué elementos han podido ser abstraídos y emplearlos como reglas en sus investigaciones, lo que constituye un trabajo más arduo que el hallazgo del propio paradigma.
            Los siguientes puntos explican por qué los paradigmas determinan la ciencia normal sin intervención de reglas:
-         Dificultad de descubrir reglas que guíen las tradiciones de la ciencia normal.
-         Naturaleza de la educación científica. Se aprende de los paradigmas existentes.
-         Si la comunidad científica acepta firmemente el paradigma, la ciencia normal no usará reglas. En el período anterior al paradigma, hay desacuerdos e inseguridad. Un ejemplo es la transición de la mecánica de Newton a la cuántica, que provocó debates sobre la naturaleza y normas de la Física.
-         La desvencijada estructura de la ciencia, con poca coherencia entre sus partes y con reglas comunes explícitas, lo que no ocurre con los paradigmas. Así, un cambio en la ley será revolucionario para todos, pero un cambio de aplicación sólo afectará a una subespecialidad determinada.

            En el capítulo seis, se dice que el descubrimiento científico se inicia con la percepción de la anomalía, cuando el investigador reconoce que la naturaleza ha violado las expectativas (inducidas por el paradigma), que rigen la ciencia normal. Concluye cuando la teoría del paradigma ha sido ajustada de tal modo que lo anormal se convierte en lo esperado.
            Un ejemplo se encuentra en el descubrimiento del oxígeno, atribuidos a un gripo de químico sobre los años circundantes a 1770. Scheele, Priestley (que investigaba los aires liberados por sustancias sólidas) y Lavoisier, que señaló que ese gas era uno de los dos principales componentes de la atmósfera, lo que no sería aceptado por Priestley. Por ello, no hay una fecha exacta, pues este descubrimiento es un proceso sucesivo donde era necesaria una revisión del paradigma para poder ver lo que vio Lavoisier y Priestley no acertaba a vislumbrar.

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